José.
Introducción.
Título.
En el texto masorético lleva el título de Yehoshua, que la versión de los LXX conserva, adoptando, sin
embargo, la forma nominal más reciente de Yesua
(Neh 8:17). San Jerónimo reproduce el encabezamiento hebraico y griego del
libro al escribir: “Josué Bennun, id est
lesus Nave.”
En el canon judío el libro de Josué ocupa el primer lugar entre los de
la segunda clase, llamada “Profetas anteriores,” e inicia en el canon eclesiástico
la serie de los libros históricos del Antiguo Testamento. Este lugar destacado
en el canon se ha mantenido constantemente a través de los siglos y en todos
los manuscritos por razón del prestigio que alcanzó Josué entre los hebreos por estar íntimamente unido a Moisés, del
cual fue asiduo colaborador y fiel ministro (mesharet) envida (Ex
17:8-16; 24:13; 33:11; Núm 14:30-38) e inmediato sucesor suyo al morir sobre el
monte Nebo, en los umbrales de la tierra prometida.
Argumento y División.
El argumento desarrollado en el libro de Josué es claro y directo. Antes
de morir transmite Moisés toda su autoridad a Josué (Núm 27:18-23), Que pasa a
ser el caudillo indiscutible de Israel en la empresa de la conquista de la
tierra prometida y de su distribución entre las doce tribus. Estaba lleno del
espíritu de sabiduría, pues había puesto Moisés sus manos sobre él (Deut 34:9).
Moisés le confió la misión de velar por
la estricta observancia de la Ley, conducir al pueblo en la conquista de
Canaán y distribuir su territorio entre las tribus.
El libro se divide en dos grandes partes: conquista de la tierra de
Canaán (c.1-12) y distribución de la misma entre las tribus (c. 13-21). Siguen
al final del libro (c.22-24) algunos apéndices.
Texto.
El libro de Josué fue escrito originariamente en hebreo. Al cotejar el texto hebraico con el texto
griego de los LXX se encuentran diferencias sensibles. De ahí que haya
surgido entre los críticos cierta discrepancia tocante a la valoración de ambos
textos. Unos se declaran abiertamente en favor del texto griego (Humme-lauer,
Clamer, Schulz), otros por el hebraico (Noth, Dillmann, Cales). La posición más
aceptable es la de aquellos que rehuyen los apasionamientos y proceden en cada
caso de un modo ecléctico, de
conformidad con las reglas de crítica textual, interna y externa. El texto
griego está muy lejos de presentarse uniforme, y las variantes se acentúan a
propósito de los nombres geográficos. Es tanta a veces la diferencia entre los
diversos códices que A. Rahlfs2 ha publicado en un cuadro sinóptico los
capítulos 15 y 19 de los códices B, A. Algunos críticos han contribuido
eficazmente a dilucidar los problemas que ofrece el texto griego de Josué3.
Después de los estudios de Margolis, los autores más recientes se inclinan por
el texto masorético.
Autor.
El título del libro y el texto de Eccli 46:1 “Josué, hijo de Nun,
sucesor de Moisés en la dignidad profética” dieron ocasión de atribuir a Josué
el libro que lleva su nombre. Sin embargo, el título se refiere al contenido del mismo, no a su autor.
El mencionado texto de Eccli 46:1 dice solamente que Josué sucedió a Moisés en
la misión profética (Ex 24:13; 33:11; Núm 11:28; Jos 1:1). Una antigua
tradición talmúdica (Baba Bathra 140),
según la cual “Josué escribió su libro y los últimos ocho versos de la Ley,”
tuvo poco eco en la tradición cristiana primitiva, rechazándola Teodoreto 4, el seudo Atanasio5, y San Jerónimo6. La sentencia de que Josué escribió su libro
es rechazada unánimemente por los autores modernos, y los argumentos aducidos
en su favor carecen de sólido fundamento 7.
A falta de argumentos externos que decidan la cuestión de autor, vale la
pena recurrir a argumentos de índole interna. Del examen del libro aparece que
en su redacción actual se refieren hechos sucedidos después de la muerte de
Josué (15:13-19; 19:47; 13:30). La observación de 4:14: Y éstos (los
israelitas) le respetaron como habían
respetado a Moisés todos los días de su vida, y la frase tantas veces
repetida: hasta el día de hoy, sugieren
que hubo un intervalo de tiempo entre los hechos que se refieren y su redacción
por escrito. Decisivo es el siguiente testimonio de 24:31: Israel sirvió a Yahvé durante toda la vida de Josué y durante toda la
vida de los ancianos que le
sobrevivieron y conocían cuanto había hecho Yahvé en favor de Israel.
Cada pueblo conserva tenazmente los hechos más salientes de su historia
nacional, que se recuerdan y comentan con orgullo. Aparte de la inspiración de
los poetas y profetas, que los exaltan y revisten con detalles pintorescos,
existe la consignación desapasionada de los mismos encaminada a servir de
lección y estímulo para las generaciones posteriores. No puede determinarse el
tiempo preciso en que las tradiciones orales se fijaron por escrito. Algunos
quieren que parte del libro fue escrita antes de Salomón (16:10, comparado con
1 Re 9:16) y aun antes de David (15:63, comparado con 2 Sam 5:6-8).
En el exilio, Israel se reconcentró en sí mismo y reflexionó acerca de
las causas que lo motivaron. Un examen filosófico-teológico de la historia
demostraría a Israel que era él mismo el que se había ganado su ruina a causa de su infidelidad al Pacto de la
alianza. El libro de Josué es un capítulo de esta historia, en la cual se
prueba que Dios cumplió todas sus
promesas hechas a los patriarcas (Gen 12:7) de dar a su descendencia la
tierra de Canaán, venciendo a todos los pueblos que en ella habitaban (24:18).
Para el autor sagrado, la conquista de Canaán por los israelitas no es un
acontecimiento profano, sino teológico.
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