Conquista de la Tierra Prometida
(1-12).
Josué, Caudillo de Israel (1:1-9).
1Después de la muerte de Moisés, siervo de
Yahvé, habló Yahvé a Josué, hijo de Nun, ministro de Moisés, diciendo: 2“Moisés, mi siervo, ha muerto.
Álzate ya, pues, y pasa ese Jordán, tú y tu pueblo, a la tierra que yo doy a
los hijos de Israel. 3Cuantos
lugares pise la planta de vuestros pies, os los doy, como prometí a Moisés. 4Desde el desierto hasta el Líbano
y el río grande, el Eufrates, y hasta el mar grande, a occidente, será vuestro
territorio. 5Nadie
podrá resistir ante ti por todos los días de tu vida; yo seré contigo como fui
con Moisés; no te dejaré ni te abandonaré. 6 Esfuérzate y ten ánimo, porque
tú has de introducir a este pueblo a posesionarse de la tierra que a sus padres
juré darles. 7Esfuérzate,
pues, y ten gran valor para cumplir cuidadosamente cuanto Moisés, mi siervo, te
ha prescrito. No te apartes ni a la derecha ni a la izquierda, para que
triunfes en todas tus empresas. 8Que ese libro de la Ley no se aparte nunca de
tu boca; tenlo presente día y noche, para procurar hacer cuanto en él está
escrito, y así prosperarás en todos tus caminos y tendrás buen suceso. 9¿No te mando yo? Esfuérzate,
pues, y ten valor; nada te asuste, nada temas, porque Yahvé, tu Dios, irá contigo
adondequiera que tú vayas.”
Desde la cumbre del
monte Nebo (Deut 3:17-27; 4:49), Moisés contempla ante sus ojos la tierra de
promisión. A tu descendencia se la daré, le dice Dios; te la hago ver con tus
ojos, pero no entrarás en ella. Moisés, el siervo de Dios, murió allí, en la
tierra de Moab, conforme a la voluntad de Yahvé (Deut 34:4-5). Su muerte dejaba
un vacío que debía llenarse para que la muchedumbre de Yahvé no fuera como un
rebaño de ovejas sin pastor (Núm 27:18). Por voluntad divina fue elegido Josué, hombre sobre quien residía el
espíritu (Núm 27-18), y sobre el cual había Moisés impuesto sus manos en
señal de que le retransmitía el liderazgo del pueblo (Núm 27:15-23; Deut 34:9).
Desde su juventud había sido colaborador íntimo de Moisés (Ex 34:11; Núm
11:28), quien le cambió el nombre de Oseas por el de Josué = salud de Yahvé
(Núm 13:17), nombrándole su lugarteniente en las empresas bélicas (Ex 17:9).
La misión confiada a Josué era ardua y peligrosa, por estar ocupado el
territorio por pueblos de raza mixta que se habían establecido desde hacía
tiempo en el país. Todos ellos gozaban de un grado de civilización y técnica
superiores a las de los hebreos. Los exploradores que en otros tiempos habían
recorrido la tierra pudieron comprobar que el territorio que iban a expugnar
estaba habitado por pueblos fuertes, con ciudades muy grandes y amuralladas
(Núm 13:29) y con guarniciones bien provistas de armas y carros de combate. En
cambio, el pueblo de Israel, que sólo disponía de armas rudimentarias, experto
en la técnica de las guerrillas, de la razzia
y golpes de mano, era humanamente incapaz de medir sus fuerzas con un
enemigo aguerrido y atrincherado detrás de las murallas de sus ciudades. Para
el autor sagrado, la toma de Canaán no es un suceso profano, sino un acontecimiento teológico.
Se señalan los límites ideales de la Tierra Prometida, que se trazan
conforme a Deut 11:24-25. El Líbano se encuentra al norte (Deut 1:7; 3:25); el
gran río es el Eufrates (Gen 15:19). Como límite occidental se señala el mar
Mediterráneo, lugar donde se pone el sol (Deut 11:24). Estos límites fueron un ideal, nunca una realidad
concreta. Creen algunos que la mención aquí y en otros lugares (Gen 15:18)
del río Eufrates débese a una glosa interpretativa fundada en la universalidad
del reino mesiánico, según posteriores profecías.
Josué será el instrumento de que se valdrá Dios para cumplir la promesa
hecha anteriormente a los patriarcas (Gen 15:18) y a Moisés (Deut 1:7) de
introducir a su pueblo escogido en la tierra que mana leche y miel. Para salir airoso de la misión debe cumplir
escrupulosamente todo cuanto le mandó Moisés sobre la manera de comportarse con
los enemigos del pueblo israelita (Deut 2:15). Si guarda fidelidad a la Torah o
Ley (Deut 1:5; 4:8; 5:29), meditándola (Sal 1:2; Deut 17:18-19), Dios estará con él, no le abandonará; porque Yahvé es Dios arriba en los cielos y
abajo sobre la tierra.
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