La Fecha del Éxodo.
Dos son las sentencias sobre esta cuestión: i) unos colocan el Éxodo en
tiempos de Amenofis II (c.1450-1425); 2) otros en el reinado de Mernefta
(1234-1224). Los argumentos que aportan los patrocinadores de la primera
sentencia se basan en la cronología bíblica (1 Re 6:1), en los resultados
arqueológicos de las excavaciones practicadas en Jericó y Hai, en la presencia
de los Khapiru en la carta de Abdikhiba a Amenofis III y en la mención de
Israel en la estela de Mernefta. Pero todos estos argumentos no tienen valor,
según ha demostrado Drioton 11.
La historia de Moisés y del Éxodo debe colocarse en un tiempo en que los
faraones residían en la zona del Delta, donde llevaron a cabo grandes
construcciones. Ahora bien, estas circunstancias solamente se dieron en tiempos
de la 19 dinastía. La ciudad donde trabajaban los hebreos llamábase Ramsés (Gen
47:11; Ex 1:11), del ríombre del faraón Ramsés II (1298-1232), ciudad que
estuvo emplazada o bien en Tanis, como quiere M. Montet, o en Qantir, a 25
kilómetros al sur de Tanis. El resultado de las excavaciones arqueológicas de
Montet son favorables completamente a la fecha del Éxodo bajo el Ramsés que
creó la ciudad que lleva su nombre 12.
Un argumento decisivo se encuentra en el panorama político de Siria y
Palestina desde 1500-1200. Únicamente en un período de debilidad política y
militar de Egipto pudo producirse la conquista de Canaán por Josué. Ahora bien, esta decadencia egipcia se
acentuó al fin de la XIX dinastía y se mantuvo bajo la XX, coincidiendo con la
ruina del imperio hitita. Ni Josué
ni los Jueces fueron nunca molestados por los faraones de Egipto, replegados en
su territorio, lo que no sucedía en tiempos de Tell el-Amarna. Además, los
reinos de Moab y Edom, que encontraron los israelitas en su viaje a Palestina,
se fundaron en el siglo XIII. Terminamos diciendo que la entrada en Canaán se
produjo en un momento en que Egipto, dividido interiormente, perdió su
influencia sobre Palestina. Este momento fue o durante los últimos años de Mernefta
o durante el reinado de Ramsés III (1 198-1166)13.
Los israelitas salieron de Egipto camino de Palestina. Intentaron
penetrar en el territorio por la región de Cades, pero los rechazaron los
cananeos de Tell Arad (Núm 14:45; 21:1). Algunos grupos de calebitas y quenitas
penetraron por el sur directamente 14. No está fuera de lugar
suponer, dicen Lemaire-Baldi, que los motivos que aconsejaron a los israelitas
renunciar a su plan primitivo de penetrar en Palestina por el sur se basaban en
la acción de Mernefta y Ramsés III en Palestina, ocupados en atajar la marcha
de “los pueblos del mar” hacia Egipto. Al entrar los israelitas en Palestina,
el territorio estaba habitado por varios pueblos y razas. Quedaban restos de
los antiguos cananeos, amorreos, jebuseos, fereceos. En cuanto a los hititas,
bajo la presión de Salmanasar I (c. 1266-1236) caminaban hacia su ruina.
Después de la muerte de su rey Hattusil perdieron todo el territorio de Mitanni
y poco después las regiones del alto y medio Eufrates. En Palestina quedaron
algunos islotes de hititas; los de Gabaón y otras tres ciudades inventaron una
estratagema para evitar el ataque militar de Josué y de su ejército.
La conquista fue lenta y duró muchos años. En la llanura fueron
inferiores a sus enemigos, equipados con carros de combate tirados por
caballos; en las montañas, y al amparo de los bosques, se creían más fuertes y
seguros. Si la campaña no fue tan brillante como da a entender una lectura
superficial del libro de Josué; si muchas ciudades resistieron a su empuje, más
que a su inferioridad técnica debe
achacarse a la infidelidad del pueblo para con Dios. Ahí debe buscarse la
raíz más honda de los fracasos de que se habla en el libro de los Jueces (c.1).
Yahvé es ciertamente un Dios poderoso, es Yahvé Sebaot (Sal 24:8-10), que
combatía por Israel (Jos 10:14); pero su intervención efectiva en la campaña
era mayor o menor según la conducta del pueblo para con El.
Ambiente Cultural y Religioso.
Los exploradores enviados por Josué a la tierra prometida quedaron
atónitos al contemplar sus riquezas naturales, el grado de cultura y la altura
de sus habitantes (Núm 13:28-34). A estas riquezas naturales se juntaba un grado de cultura muy desarrollado,
que se manifestaba en la construcción de las ciudades “grandes y amuralladas.”
El fondo de esta cultura era cananea, hitita, con influencia egipcia y egea.
Palestina ocupaba un punto neurálgico en la confluencia de tres continentes y
era lugar obligado de tránsito de los mercaderes egipcios y de los otros
pueblos del Próximo Oriente. Las modernas excavaciones han puesto al
descubierto la civilización de Canaán en tiempos de la conquista, desenterrando
plazas fuertes con magníficos servicios hidráulicos para resistir largo tiempo
en caso de sitio; ricos santuarios, cerámica trabajada al torno y decorada, así
como objetos y utensilios caseros que deslumbraban al pueblo israelita proveniente
del desierto (c.7).
La religión cananea contrastaba fuertemente con la severidad del culto yahvístico. Baal y Astarté eran las divinidades máximas del
panteón cananeo. En los santuarios construidos en lugares altos (bamoth) o entre la frondosidad de los bosques había altares para el
sacrificio y emblemas masculinos y femeninos que simbolizaban la presencia de
la divinidad. El culto iba acompañado con orgías, danzas frenéticas,
incisiones, sacrificios humanos y prácticas obscenas. A pesar de las
exhortaciones de Josué, no pudo evitarse completamente que el culto cananeo fascinara
a los israelitas,y se convirtiera en fuente de desventuras para el pueblo
escogido15.
Género Literario-Histórico del Libro.
No es el libro de Josué una historia científica escrita de conformidad
con las reglas de la historiografía moderna, sino una colección de datos que el
autor sagrado, bajo el influjo de la divina inspiración, ha recogido y
seleccionado con el fin de poner de
relieve el profundo significado religioso de la fidelidad de Dios en cumplir su
promesa de entregar la tierra de Canaán a su pueblo escogido. El autor no
sacrifica la historia de los hechos a su tesis, sino que basa ésta sobre la
veracidad de aquéllos. Todo el libro, incluso las áridas y frías listas de
nombres geográficos, deben considerarse desde el punto de vista religioso.
Yahvé, que tan severo se muestra frente a los pueblos paganos de
Palestina, se reviste de entrañas de misericordia para con Israel. Dios habla a
Moisés y le dicta el modo como debe comportarse en los trances difíciles.
Símbolo de su presencia en medio de su pueblo es el arca de la alianza. Otro concepto religioso que se
desenvuelve en el libro es la santidad
de Dios, que reclama adoradores santos, puros, prontos a poner en práctica
todo cuanto prescribe la Ley, fuente de prosperidad y bienestar (1:7-9; c.22),
mientras que su inobservancia acarrea desórdenes y calamidades.
Los Santos Padres han visto en la lucha por la conquista de la tierra
prometida una figura del combate para la conquista del reino de los cielos.
También ven ellos en Josué una figura de
Cristo. Así como Josué destruyó a los enemigos de Yahvé e introdujo a su
pueblo en la tierra prometida, de la misma manera, Jesucristo, después de
librarnos del yugo del pecado, nos introduce en el reino de los cielos (Baldi).
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