LA ACTIVIDAD DEL ESPÍRITU SANTO EN EL CREYENTE
ponencia de S. E. Cardenal Francis Arinze
La
verdadera fuente de la santidad cristiana consiste en ser habitado por el
Espíritu Santo porque, según las palabras del Cardenal John Henry Newman
"Cristo nos conduce a la santidad viniendo a nosotros por medio del
Espíritu; y ya que su Espíritu es Santo, podemos ser santos si nos encontramos
en estado de gracia. Por eso, Cristo está presente en el corazón de quien a
través de la gracia lo visita". La realidad del pecado original es
superada por una nueva justicia que viene del Espíritu Santo, de manera que
nuestra obras hechas en nombre del Espíritu de Jesucristo tienen, en si mismas,
el principio de la justificación. Es decir,
que es la presencia del Espíritu la que - y cito nuevamente a Newman -
"santifica los actos, la vida, la obediencia que es su causa original y
que él mismo ordena y modela". En esta perspectiva también podemos
reflexionar sobre la expresión que usa la Iglesia Oriental y que llama al
Espíritu Santo "iconoplastes",
o sea, Aquél que plasma la imagen del
Hijo en el hombre.
El Espíritu
Santo constituye la gran promesa del Evangelio. En efecto, el Señor que se
había manifestado externamente a sus siervos, ha comenzado a morar en sus
corazones: "Él desciende nuevamente mediante y con el Espíritu y, fue
entonces que la promesa fue finalmente mantenida". La presencia física de
Cristo que fue espacialmente limitada, debía ser "intercambiada con la
múltiple habitación espiritual del Consolador dentro de nosotros". El
Espíritu ha venido a completar en nosotros, lo que Jesucristo había completado
en sí mismo.
A Él ha
sido confiado implementar en cada uno de nosotros, todo lo que Cristo había
hecho por todos nosotros. Mediante el Espíritu, la redención de Cristo consigue
habitar en cada uno de nosotros. John Henry Newman dijo "Lo que fue
realmente hecho por Cristo en su cuerpo, mil ochocientos años atrás fue
realmente - en el sentido de ejemplo y analogía - actuado en nosotros, uno por uno, para llegar
hasta el final de los tiempos". En este sentido, el Espíritu actúa en
nosotros, lo que ha operado en el Hijo: "También nosotros somos guiados
por el mismo Espíritu frente a las tentaciones de este mundo; además somos
nosotros quienes realizamos nuestras acciones de obediencia mediante el
Espíritu; morimos por el pecado y
resurgimos en la justicia a través del Espíritu porque hemos sido llamados
hijos de Dios. Cristo mismo promete repetir en cada uno de nosotros, como figura
y misterio, todo lo que hizo y sufrió en su cuerpo".
La
profundidad de la acción del Espíritu en nuestras personas, se manifiesta de
manera especial, a través de la oración.
Esa es la obra del Espíritu que reza en nosotros y nosotros en Él: el
Espíritu Santo y nuestro espíritu orientado en Cristo, realizan una sola e
idéntica oración: ¡Abba, Padre!
Nenhum comentário:
Postar um comentário