terça-feira, 1 de março de 2016

El don del conocimiento

El don del conocimiento    (Prof. Gary Devery, Sydney - Australia)


La primera obra del Espíritu Santo es habernos donado el conocimiento de nosotros mismos. Este auto-conocimiento, enseñado por el Espíritu Santo, es existencial. Es conocimiento de nuestra realidad más profunda. Es conocimiento de las razones por nuestra pérdida de la esperanza, profunda tristeza y sospecha por las eventualidades de la vida; todo como consecuencia de nuestro pecado. La primera obra del Espíritu Santo es convencernos de nuestro pecado. Esta es la tarea salvífica de la "convicción del pecado", como enseña la Carta encíclica Dominum et Vivicantem (n. 28). Es la convicción salvífica del pecado porque éste no puede tener la última palabra. Además, es la convicción que no es de carácter recriminador sino diagnóstico. La convicción del pecado esta orientada por el Espíritu Santo hacia el gran misterio - del mysterium pietatis, como nos lo enseña la Exhortación apostólica pos-sinodal, Reconciliatio et Pænitentia (nn. 19 - 20).
El Espíritu Santo nos conduce hacia una viaje de conversión o, más bien, a descender en la conversión, un tipo de kenosis; un descargarse del egoísmo de nosotros mismos. El Mundo de Dios, especialmente como experiencia en la plena y activa participación en la liturgia, sigue las palabras del profeta Oseas: "Empeñémonos en conocer a Yavé … Por eso, les envié profetas para desarraigarlos, y de mi propia boca salió su sentencia de muerte. Porque me gusta más el amor que los sacrificios, y el conocimiento de Dios, más que víctimas consumidas por el fuego" (6, 3, 5-6). La palabra de Dios nos inicia en el viaje del conocimiento profundo de nosotros mismos. Cuando estamos convencidos de la salvación de nuestros pecados, alcanzamos la humildad.
Viviendo en humildad, a través de la gracia del Espíritu Santo, el viaje cristiano de conversión permanente puede vivirse con simplicidad. Con este auto-conocimiento revelado por el Espíritu Santo, el cristiano tiene la capacidad de juicio en su vida. El discernimiento o juicio es el aspecto principal del don del conocimiento que se nos ha ofrecido a través del Espíritu Santo. Bartimeo, el hombre ciego de Jericó en el evangelio de Marcos, nos revela el modo de convertirse en discípulo (Mc, 10, 46-45). Con su "ceguera", vencida por el poder de Jesús, él consiguió el discernimiento sobre su vida y decidió seguirlo a lo largo del camino, fijando sus ojos en el mismo Jesús.
Es este don del conocimiento, especialmente en lo que se refiere al discernimiento, el que hace volver los ojos al discípulo de Cristo hacia el mysterium pietatis. Es aquí que el cristiano alcanza el conocimiento revelado por el Espíritu Santo. Es el misterio de nuestra fe. Es un conocimiento que la sabiduría humana no puede entender, como San Pablo lo proclama a la comunidad de Corintios: "Pues yo, hermanos, cuando fui a ustedes para darles a conocer el proyecto misteriosos de Dios, no llegué con oratoria ni grandes teorías. Con ustedes decidí no conocer más que a Jesús, el Mesías, y un Mesías crucificado" (1 Cor 2, 1-2). Es el Espíritu Santo quien nos ofrece el conocimiento de Dios. Es el mismo conocimiento existencial de Dios que "nos permite gritar ¡Abba!, o sea ¡Papá!" (cf. Rom 8, 14-17).







Nenhum comentário:

Postar um comentário